
Yo hablo con Dios
Autor: Antonio Pérez Villahoz
ISBN: 9788494694646
Editorial: Cobel Ediciones
Género:
IBIC: HR RELIGIÓN Y CREENCIAS
$327.00 MXN
“¡A mí, hacer la oración, me remonta!”. Oí esta frase a un joven de apenas 17 años. Un tipo que tiene muchísimos amigos porque es alegre, generoso, buen estudiante pero sin pasarse, disfrutón como nadie y al que le encanta el surf. Vamos, un tipo de lo más normal… ¿Y por qué alguien así hace oración cada día?, ¿por qué se empeña en sacar unos minutos para hablar con Dios de sus cosas o de lo que sea?…, ¿acaso tenía a un familiar enfermo o estaba desesperado por algo?, podría muy bien preguntarse un agnóstico de hoy… Pues eso mismo fue lo que le pregunté: ¿y tú por qué haces oración? Y la respuesta fue la siguiente: “Yo hago la oración todos los días no porque me apetezca (porque muchas veces no me apetece) y ni siquiera la hago porque me venga estupendamente bien hacerla (¡que también!). Yo la hago porque la necesito”. Y en ese instante se calló. Era como si no tuviera ninguna sílaba más que añadir. Estaba todo dicho. Para él era algo obvio… para mí no tanto, por eso seguí insistiendo. ¿Y tú hablas con un Dios del que muchos afirman que no existe? “Sí”, me respondió. ¿Y Él te habla a ti?. “Por supuesto”, me dijo. Por un momento me temí estar dialogando con un iluminado, con uno de esos tipos que salen en las pelis con cara de locos y que afirman estar en contacto permanente con el más allá, así que decidí entrar con todo y le espeté: ¿Y cómo me puedes demostrar que tú, con cuatro días de vida, sin ser cura ni nada parecido, eres capaz de hablar y de escuchar a Dios?.
Descripción
Dejé de preguntar. Ahora era yo quien estaba perplejo. Sentía una envidia tremenda (espero que sana) por su modo de explicarme lo que no es tan fácil de explicar. Tenía delante a un amigo de Dios. Tenía delante a esa buena gente de la que Dios se sirve para desmontar todas las complicaciones interiores que nos montamos los rebuscados y los soberbios. Tenía delante a un alma sencilla, delicada, limpia y con un gran sentido de la amistad… también a lo divino. Tenía delante a una de esas personas que te hacen sentirte mejor solo estando un rato con ellas, con lo que llegué yo solito a la conclusión de que ser amigo de Dios era también algo bueno para mí.
Cuando pienso en este chico sigo viendo la mirada de un tipo de 17 años que me enseñó, tal vez sin saberlo, lo que era la suerte de poder hablar con Dios. Sus palabras, su convicción y su ejemplo eran un libro abierto de qué y cómo hacer mejor los ratos de oración, los ratos de conversación personal con Jesucristo.
Valoraciones
No hay valoraciones aún.