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SILEBIUS FRACTAL

Autor: ALEJANDRO ALDANA SELLSCHOPP
ISBN: 9788412016109
Editorial: Ediciones Camelot
Género:

$360.27 MXN

La mala mujer se hacía llamar Yersinia, al principio nos acompañaba muy alegre a regar las calles, sembrar tréboles de Irlanda del Norte en callejones y veredas, cardos de Escocia en jardines públicos, quemaba incienso de eucalipto en las puertas de las casas, preparaba infusiones de ricos olores, hasta que una noche sin que nadie se diera cuenta, se internó en los aposentos del español Fray Rodrigo de Asís, nuestro párroco. Ayudada por las artes del demonio lo sedujo frente al Altar Mayor, ahí mismo el desdichado cura se infectó. Su cuerpo se cubrió de llagas azules y negras, el delirio lo condujo a hablarnos durante tres días con sus noches mientras lo cuidabamos. En ningún momento detuvo su perorata, nadie entendió absolutamente nada, jamás lo vimos tan abatido, ni cuando fue presa de los torturadores de la reina por profesar una religión distinta a la de la corona. Únicamente pudimos comprender el nombre de aquella bruja Yersinia, Yersinia, Yersinia. Al día siguiente comenzaron a morir los primeros habitantes del pueblo, de nada sirvieron los perfumes, ni las rosas blancas, ni ajos, ni el azafrán, nada pudo con la peste. Al morir el hombre más viejo nos dijo que estábamos condenados, pues la enfermedad nos había llegado por la fe.

Descripción

La mala mujer se hacía llamar Yersinia, al principio nos acompañaba muy alegre a regar las calles, sembrar tréboles de Irlanda del Norte en callejones y veredas, cardos de Escocia en jardines públicos, quemaba incienso de eucalipto en las puertas de las casas, preparaba infusiones de ricos olores, hasta que una noche sin que nadie se diera cuenta, se internó en los aposentos del español Fray Rodrigo de Asís, nuestro párroco. Ayudada por las artes del demonio lo sedujo frente al Altar Mayor, ahí mismo el desdichado cura se infectó. Su cuerpo se cubrió de llagas azules y negras, el delirio lo condujo a hablarnos durante tres días con sus noches mientras lo cuidabamos. En ningún momento detuvo su perorata, nadie entendió absolutamente nada, jamás lo vimos tan abatido, ni cuando fue presa de los torturadores de la reina por profesar una religión distinta a la de la corona. Únicamente pudimos comprender el nombre de aquella bruja Yersinia, Yersinia, Yersinia. Al día siguiente comenzaron a morir los primeros habitantes del pueblo, de nada sirvieron los perfumes, ni las rosas blancas, ni ajos, ni el azafrán, nada pudo con la peste. Al morir el hombre más viejo nos dijo que estábamos condenados, pues la enfermedad nos había llegado por la fe.

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